En este enlace tienes la introducción y más información sobre este yacimiento arqueológico:
En esta ruta subiremos a la peña donde está el ancestral santuario, donde hoy quedan las ruinas de la ermita de San Quiriaco. Veremos la antigua rampa de subida, que muy probablemente tiene más de 2000 años, de la que aun quedan algunos escalones, y disfrutaremos de las panorámicas.
Distancia: 1,460 km
Desnivel máximo: 94 m.
Desnivel acumulado: 134 m.
- Mapa y soporte gps de la ruta
Km 0,00.- Dejamos el coche en el aparcadero de tierra que está a la
altura del kilómetro 2,6 de la carretera NA-7123, carretera que
comunica Allotz con Garísoain 30T x=588032 y=4728277. Desde aquí
ya vemos la gran peña rocosa sobre la que se alza la ermita de San
Quiriaco, lugar donde estuvo el santuario prehistórico.
Km 0,080.- Desde la explanada tomamos la pista a la izquierda, la que
desciende y, enseguida, nos salimos, por un camino, a la izquierda 30T x=588099 y=4728293. Así alcanzamos la campa que se encuentra a los pies de la ladera oeste
de la peña.
Km 0,270.- A la derecha de la campa sale un camino de tierra por el
que seguimos 30T x=588272 y=4728356. Nos va a permitir bordear por
el sur la peña, ya que la subida se encuentra en la ladera este.
Km 0,550.- El camino poco a poco va rodeando la ladera sur de la
Peña. En su parte final asciende hasta alcanzar una pequeña
explanada que se encuentra en la ladera este 30T x=588366 y=4728504. Quizás esta explanada
en su día fue el lugar donde los feligreses del santuario se
reunieran, al modo en que hoy se concentran los romeros para hacer
una comida común los días de celebración. O, quizás, desde aquí
escuchaban los cánticos que el chamán o sacerdote alzaba a viva
voz, a los cuatro vientos, desde la cima de la peña.
Desde la explanada, a la izquierda de la peña, podemos ver la rampa
de acceso, seguramente de origen prehistórico.
En su inicio se pueden todavía apreciar algunos sillares colocados a
modo de escalones para facilitar la subida.
Subimos en zig-zag. Antes de llegar a las ruinas de la ermita podemos
ver una pequeña cueva y un muro de contención que asegura el
camino. Quién sabe si esta cueva tuvo algún simbolismo. Podemos
imaginar que se utilizara como lugar de enterramiento en la Edad del
Bronce, quizás de las gentes con mayor jerarquía en el clan o tribu.
¿Pudo ser este el inicio de la consideración de la peña de San
Quiriaco como lugar de culto, en este caso de culto a los
antepasados? Es una hipótesis imposible de acreditar, pero si
visitas este singular lugar seguro que tú también podrás
imaginarte rituales antiguos que se han perdido con el paso de los
siglos.
Muro de contención en el camino de subida a la ermita |
En la parte alta encontramos las ruinas de la ermita. Es el lugar
donde Jimeno Jurío encontró el altar romano.
Antes de llegar a la ermita podemos ver una covacha. Es conocido que
en la antigüedad a muchas se les daba un carácter simbólico,
espiritual. ¿Quién sabe si este pequeña cueva tuvo algo que ver
con la elección del lugar como santuario?¿Quizás esta covacha fue
utilizada como lugar de enterramiento, convirtiendo a la peña en un
lugar de referencia para los que habitaron estos lugares en la
prehistoria?
Cerca de la cueva veremos un muro de sillares para consolidar la
rampa de subida. Seguramente este muro tiene su origen en la Edad del
Hierro y posteriormente fue reformado y mantenido a lo largo de los
siglos para facilitar el acceso de los oficiantes y los fieles a lo
más alto de peña.
0,640.- Llegamos a la ermita, de la que quedan sólo tres de las
cuatro paredes en pie 30T x=588329 y=4728452. En parte está
destrozada por la cantera que, desgraciadamente, en los años 70,
arruinó parte de la peña.
Ruinas de la ermita de San Quiriaco |
También es muy posible que esta cantera
se llevará por delante algún tipo de santuario rupestre prehistórico, como el
que hay en otros santuarios, como, por ejemplo, el
llamado también de San Quiriaco, en la peña de Etxauri. En este
enlace tienes más información sobre este otro lugar de cultos antiguos:
Podemos acceder a lo más alto de la peña pero no es recomendable
por su peligrosidad, ya que la cantera ha dejado un estrecho paso
donde es fácil perder el equilibrio. De todas formas, si que podemos
subir por encima de la ermita hasta la roca que se encuentra justo
detrás de la misma, desde donde disfrutaremos de las panorámicas
del entorno. Se llega a ver la presa del pantano de Alloz, Monjardín,
la peña rocosa que se alza cerca de Salinas de Oro y muchas otras
sierras. Más cercano, con una inconfundible forma cónica, está el
monte Txapardia, donde hay un vértice geodésico.
Panorámica con el monte Txapardia en primer plano |
Una curiosidad. Cerca de la ermita se levanta el menhir natural del
que hemos hablado en la introducción de este yacimiento y que también pudo ser un elemento
importante en la elección del lugar como santuario. Ente el monolito
y la peña se puede ver el monte Txapardia. Quizás esta vista del
monte entre las rocas del santuario sirvió como algún tipo de
marcador astronómico relacionado con los cultos que aquí se
realizaron. Por supuesto, todo esto son hipótesis difícilmente
comprobables, pero que duda cabe que, si visitas este lugar tan
especial y tienes un espíritu abierto al viaje de la imaginación,
te vendrán a la cabeza posibles escenas de cultos a dioses antiguos,
hoy perdidos, pero que influenciaron mucho a las vidas de las gentes
que habitaron estos montes.
Km 0,880.- Tras esta inmersión en la espiritualidad de hace más de
dos milenios, volvemos a bajar de la peña. En vez de volver por el
mismo lugar podemos tomar el ancho camino de tierra que enseguida nos
lleva a la carretera 30T x=588379 y=4728693, a la altura del
kilómetro 2.
Km 1,460.- Sólo queda bajar por la carretera hasta el aparcamiento
en un corto paseo de poco más de cinco minutos, rodeando la peña
por su flanco norte. Ya junto al coche echaremos un último vistazo a
la mole blancuzca de la peña. En lo más alto seguramente, un par de buitres planearan sobre la peña. Se ha llegado a pensar que en estos lugares rocosos usados como santuarios se pudieron exponer los cuerpos de los guerreros fallecidos en batalla para que los buitres, al consumir la carne muerta, llevaran el alma del caído a los dioses. Esta era una costumbre acreditada entre los celtíberos. Quizás, hace muchos siglos, otros buitres se llevaron el alma de
guerreros vascones muertos en batalla, cuyos cadáveres se dejaron en lo más
alto de la peña, cerca del cielo...
© Julio Asunción
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