A 6,5 kilómetros al sur de Arellano se encuentra la Villa romana de Las Musas. Habitualmente los yacimientos arqueológicos toman el nombre de la localidad o municipio donde están ubicadas. En este caso parece que del nombre de un patricio romano de nombre Aurelianus, retirado en esta lujosa villa, derivó el actual nombre del municipio.
El yacimiento arqueológico es conocido como la villa de las Musas por el hallazgo a finales del siglo XIX, cuando se estaban haciendo labores agrícolas, del espectacular mosaico romano de Las Musas, donde se representan las nueve diosas con sus maestros.
Las primeras excavaciones se practicaron en 1.942. Pero es a partir de 1.985 y bajo la dirección de María Ángeles Mezquíriz cuando se sacó a la luz la que es la villa romana más importante de Navarra.
La villa de las Musas fue puesta en valor con una excelente musealización y se abrió a la visita en 2.008.
Está enclavada en una de las terrazas de la cuenca del río Ega. Para aprovechar las feraces tierras que la rodean se levantó aquí, en el silgo I d. C. una instalación industrial de más de 11.000 metros cuadrados. La principal actividad de la villa era la producción del vino. Se han conservado los restos de las instalaciones que se utilizaban en la transformación de la uva.
Tras la vendimia los racimos se llevaban a los torcularium (en la villa hay dos) donde se pisaban y prensaban. De aquí pasaba el mosto a los lagares donde permanecía una semana. Luego en grandes tinajas (dolia) se completaba la fermentación. En el cortinale se cocía, salaba y perfumaba el vino y en el fumarium se envejecía artificialmente a través del calor y el humo. Por último, en la cella vinaria o bodega se guardaba el vino en grandes dolias de 700 litros de capacidad. Torcularium, cortinale, fumarium y cella vinaria se han conservado hasta hoy y podemos imaginar el trasiego de los trabajadores de la villa, unos pisando la uva en los torcularium, otros alimentando el fuego en el fumarium, a aquellos almacenando el vino en las grandes dolia de la cella vinaria. Y al señor de la villa probando el resultado final con un catavinos como el encontrado en la bodega.
La cella vinaria o bodega es una de las zonas más interesantes de la villa. En ella se encontraron 50 dolias, de las que 15 han quedado expuestas tras la musealización del yacimiento. La bodega tiene grandes dimensiones, 28,5 x 7,1 m. Se estima que aquí se podían almacenar entre 45.000 y 50.000 litros de vino. Otras joyas de la bodega fueron las dos rejas de ventana de hierro que se encontraron. Sólo se conocen seis ejemplares en Hispania. Pero lo que hace excepcional a la cella vinaria de la villa de Las Musas es el hallazgo de un larario o altar doméstico. Está hecho en piedra y rematado por un templete sustentado por pequeñas columnas. Los romanos acostumbraban a realizar ceremonias religiosas dedicadas a los Lares o dioses protectores familiares. En estos ritos el jefe de la familia actuaba como sacerdote. Lo excepcional del larario de la villa de Las Musas es su ubicación en la bodega, lo que no es habitual en el mundo romano. Quizás el propiciar la ayuda de los dioses para la obtención de una producción abundante y de calidad tuvieron que ver con este hecho.
Pero los dioses familiares no fueron suficientes para evitar que la villa fuera arrasada a finales del siglo III d.C., coincidiendo con las incursiones de pueblos bárbaros de más allá de los Pirineos. Un gran incendio arrasó todas las edificaciones y durante tres décadas el lugar permaneció abandonado.
Y aquí aparece en escena el patricio romano, miembro de la aristocracia local (¿Aurelianus?), quien siguiendo la tendencia a abandonar las ciudades y convertir las posesiones de campo en residencias permanentes, reforma la villa con nuevas dependencias y la adorna con lujosos mosaicos y estucos. Pero no sólo eso. Llevado por su devoción a Cibeles, culto mistérico de origen oriental, da una nueva función religiosa a la villa.
De la villa tardoimperial podemos ver la entrada que lleva por un pasillo al peristilo o patio porticado de planta cuadrada alrededor del cual se articulaban las estancias. Para el suministro de agua se construye un aljibe de 8x7 metros y con 3 metros de profundidad que recoge las aguas de lluvia. Lo más destacado es que este tipo de aljibes se dan en zonas mediterráneas, siendo lo habitual los pozos en esta parte de la Península.
Pero las habitaciones más ricas y lujosas de la casa son las tres que han llegado hasta nosotros decoradas con mosaicos. Un dormitorio, el musaeum o lugar destinado al estudio y el oecus o salón principal.
El dormitorio está decorado con un mosaico alusivo al nacimiento de Attis.
En el musaeum es donde apareció el famoso mosaico de Las Musas. Aunque el original está en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, podemos apreciar una fiel reproducción en su ubicación original. Tiene forma octogonal que curiosamente se divide en nueve compartimentos donde se representan las musas con sus maestros. Las musas eran hijas de Zeus. Presidían las Artes y las Ciencias. Poetas, filósofos y músicos creían recibir su inspiracion de ellas. En el mosaico aparecen representadas Clío (Historia), Euterpe (Poesía lírica), Calíope (Poesia épica), Erato (Poesía amorosa), Polimnia (Poesía sagrada), Melpómene (Tragedia), Talía (Comedia), Terpsícore (Música y Danza) y Urania (Astronomía).
El oecus era el lugar más importante de la casa, donde se hacían las recepciones y banquetes. Está formado por un espacio rectangular y una gran exedra. El suelo está adornado por una gran mosaico de 94 metros cuadrados y más de un millón de teselas conservado in situ. En él se representan dos escenas relacionadas con el culto a Attis-Cibeles: la Despedida y los Esponsales de Attis. En la primera Attis parte de cacería ante la mirada de Cibeles que permanece sentada en un trono. En la segunda Attis contrae matrimonio con la hija del rey Pesinonte.
Los mosaicos de la villa de Las musas son de influencia oriental y con un programa iconográfico determinado: el mito Cibeles-Attis. Es un culto de origen oriental que contaba con muchos adeptos en el Imperio romano desde el siglo III d.C. Según Ovidio, Cibeles se había enamorado de Attis, joven de gran belleza. La diosa le hizo jurar que no amaría jamás a otra mujer. Pero Attis traicionó a Cibeles con una ninfa. Cibeles mató a la ninfa y Attis, enloquecido, se cortó los genitales.
Fuera del recinto principal de la villa se encuentra un edificio singular relacionado con este culto. Es el taurabolium, donde se ce-lebraban ritos sagrados dedicados a Cibeles. Es un edificio porticado de planta rectangular de 377 metros cuadrados. En el centro del patio se halló un altar con dos aras de 60 cm. de alto en las que están talladas sendas cabezas de toro. Las aras originales se conservan hoy dentro del recinto de la villa para asegurar su mejor conservación. En este espacio sagrado se celebraban ritos iniciáticos. El poeta calagu-rritano Prudencio es el que mejor nos ha transmitido estas prácticas. Se sacrificaba un toro a modo de bautismo de sangre purificador por el cual el tauroboliado era admitido entre los adoradores de Cibeles. Luego se realizaban augurios con las vísceras del toro. Por último se celebraba el banquete con la carne del animal sacrificado. El toro ofrecido a la diosa en holocausto, transmitía su poder y fuerza a los fieles.
Relacionado con el taurobolium hay otro edificio aislado al sur de las estancias de la villa. Es el establo, donde se estabulaban los animales destinados al sacrificio.
La villa de las Musas de Arellano muestra que los cultos paganos subsistieron sobre todo en las zonas rurales en tiempos en que el cristianismo ya se había convertido en la religión del Imperio.
La villa se abandonó a comienzos del siglo V d.C.
Hoy podemos visitar cómodamente la villa romana que es un ejemplo de musealización de un yacimiento arqueológico. Pasarelas elevadas lo recorren sin dañar las estructuras. Paneles informativos detallan cada espacio. Incluso se ha utilizado grava de dos colores para las diferentes etapas constructivas, gris para las de los siglos I a III d.C. y rosa para las de los siglos IV y V d.C.
Fuera del recinto principal todavía podemos recorrer el taurobolium como lo harían los procesionantes que hace muchos siglos adoraban a Cibeles, la Magna Mater o madre de los dioses.
© Julio Asunción
julioasuncion@hotmail.com
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