En esta ruta visitamos el castro de Turbil, que fue uno de los más importantes de Navarra. Ejerció su control sobre la comarca de Olite entre los siglos V y III a.C. Seguramente este predominio y la misma ciudad de Turbil desaparecieron a principios del siglo II a.C. con la llegada de los ejércitos romanos a la zona. Además en este castro se descubrió en 2.010 una estatua-estela de tipología ibérica, que es uno de los hallazgos más destacados de la arqueología en Navarra, ya que es una pieza única al norte del Ebro y es la estatua de bulto más antigua de Navarra. En esta ruta conoceremos el lugar exacto donde apareció esta estatua-estela.
En este artículo seguiré en buena medida los excelentes trabajos del Doctor y arqueólogo Javier Armendáriz Martija, que estudió este castro y fue el descubridor, junto a un vecino de Olite, Julián Algarra, de la estatua-estela ibérica.
Desde la plaza de la iglesia nos dirigimos a la cercana plaza del ayuntamiento y seguimos por la calle que sale a la izquierda de la fachada de la casa consistorial.
(Km. 0,275) Siguiendo esta calle, ya a la salida de Beire, llegamos a una bifurcación. Seguimos por la derecha.
(Km. 0,720) Salimos del pueblo por la calle Ujué. Poco más adelante pasamos junto al cementerio. Aquí la pista asfaltada pasa a ser de tierra.
En el camino vemos algunas cruces. Nos recuerdan que este camino es el mismo que siguen todos los años los romeros de Beire camino al santuario de Ujué. La romería al santuario de la Virgen de Ujué es una de las romerías más importantes de Navarra.
(Km. 2,00) Llegamos a una bifurcación. Seguimos por la derecha. Desde aquí vemos ya cerca el altozano alargado donde se encuentra el castro de Turbil. Es la elevación que se encuentra entre nosotros y la sierra de Ujué, que cierra el horizonte con la iglesia del pueblo coronando el cordal (ver la foto que encabeza este artículo).
(Km. 2,60) Llegamos a otra bifurcación. Seguimos por la izquierda, en dirección a una borda abandonada.
(Km. 2,940) Pasamos junto a la borda.
(Km. 3,430) Quinientos metros más adelante hay que tener cuidado con no pasarnos el siguiente desvío. Cuando la pista empieza a descender, sale a la izquierda un camino. Por aquí seguimos.
(Km. 3,8000) A la izquierda del camino, a menos de 400 metros, en la parte más alta del cerro, vemos un amojonamiento de piedras. Es el lugar donde apareció la estatua-estela ibérica de Beire.
El equipo de Javier Armendáriz tuvo la feliz idea de dejar marcado el lugar exacto de la aparición de la estatua-estela con un amojonamiento de piedras, sin duda siendo conscientes de la importancia del hallazgo. Además el lugar es muy especial. A pocos metros hacia el sur encontramos varios túmulos de piedras y también muy cerca encontramos un extraño anfiteatro cavado en el terreno de manera artificial. Probablemente el lugar tuvo un uso ritual que hoy se nos escapa. Para saber más sobre la estatua-estela ibérica y su lugar de aparición clicar en este link.
NOTA 2016: Recientemente se colocó una reproducción del guerrero de Turbil en el lugar de aparición sustituyendo al hito de piedras anterior que señalaba el lugar. Además la estatua del guerrero de Beire actualmente se puede visitar en el Museo de Navarra, donde está expuesta.
Tras visitar el lugar de aparición de la estatua-estela ibérica de Beire nos dirigimos hacia el castro, que son las elevaciones que se encuentran a un centenar de metros al norte.
(Km. 4,290) Lo primero que encontraremos es un antecastro, una pequeña elevación protegida por fosos artificiales y que servía para proteger el acceso al cuerpo principal del castro, que se encuentra tras el segundo foso.
(Km. 4,370) Tras atravesar el primer foso, el antecastro y el segundo foso, llegamos al primer recinto. Un poco más elevado encontramos el recinto principal, el más alto, separado por un terraplén que en su día debió estar fortificado.
En el recorrido del castro veremos muchas piedras que formaron parte de las murallas que en su día protegieron este gran poblado de la Edad del Hierro. Hoy la mayor parte de las murallas están cubiertas por tierra y vegetación, por lo que no se puede ver ningún tramo en perfecto estado. Pero si se puede apreciar perfectamente la estructura del castro.
También se puede apreciar donde estaba uno de los accesos al poblado. Se encuentra es la parte norte, en la unión del primer recinto con el segundo.
(Km. 4,870) Un poco más abajo del primer recinto encontramos en la parte oeste del castro otra explanada donde hoy hay plantados algunos árboles. Es un tercer recinto protegido por un espolón se que descuelga también hacia el oeste. Este tercer recinto, bastante menos protegido que el resto del castro, seguramente fue utilizado como redil de ganado por los antiguos habitantes de Turbil.
Desde el castro de Turbil se tiene un perfecto control visual de la zona. Vemos bastante cercana la monumental ciudad de Olite. El castro está rodeado de productivas tierras que en su día debieron trabajar los habitantes del castro y que a día de hoy también están cultivadas. Tierras ricas y extensas para lo que fue en esa época una gran población de la Edad del Hierro.
Seguramente el castro de Turbil tuvo su final con la llegada de Sempronio Graco y la fundación de la ciudad de Gracurris (Alfaro) en el año 179 a.C. Sin duda, uno de los objetivos militares de los romanos para el control de este territorio tuvo que ser el castro de Turbil, que era el oppidum más importante en esta zona. No sabemos lo que aguantaron las murallas y las defensas de Turbil ante el empuje de los romanos. Lo cierto es que la historia del oppidum acabó con la romanización del valle del Ebro. No debió ser una Numancia, ya que de haber sido así los historiadores romanos hubieran dejado noticia en sus escritos. Pero Turbil pudo dar bastante guerra si nos fijamos en sus defensas. Quizás el derribo y la destrucción de la gran estela-estatua, tótem sagrado del poblado, fue obra de los invasores itálicos para dejar clara constancia de que nuevos tiempos, y nuevos amos, venían. Todo esto son suposiciones difíciles de comprobar, pero lo que si está demostrado es que el avance romano por el valle del Ebro no fue un paseo militar y se encontraron la fuerte oposición de las poblaciones celtíberas.
Hoy poco queda de las que debieron ser imponentes defensas del castro de Turbil y nada de las casas, seguramente cabañas de madera y adobe, donde vivieron sus habitantes. Pero estas colinas, artificialmente excavadas y aterrazadas, quedan como testigos mudos de una población floreciente que fue eliminada por el invasor romano. Los romanos quisieron anular la huella de Turbil. Pero el guerrero de la estatua-estela de Turbil, más de 2000 años después, recoge el testigo de los que vivieron y lucharon en estas tierras contra el invasor, y nos trae ecos de tiempos duros y lejanos.
(Km. 5,110) Desde el espolón occidental del tercer recinto bajamos con cuidado la ladera para ganar la ancha pista de grava que vemos más abajo. Seguimos la pista hacia la izquierda
(Km. 6,730) La pista acaba en otra que es la misma por la que nos hemos acercado a Turbil. Seguimos hacia la derecha.
Sin pérdida volvemos a Beire. Fin de la ruta.
julioasuncion@hotmail.com
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